miércoles, 22 de marzo de 2017

HOMILIA DE MONSEÑOR JONNY REYES EN LA ORDENACIÓN DE ANTONIO MARÍA ARRIAGA


HOMILIA DE MONSEÑOR JONNY REYES EN LA CATEDRAL DE PUERTO AYACUCHO EL SÁBADO 18 DE MARZO (2017) EN LA CEREMONIA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL DE ANTONIO MARÍA ARRIAGA.





Es motivo de mucha alegría para la iglesia local a la que va a pertenecer el nuevo sacerdote Antonio María. En Amazonas se está de fiesta  porque un sacerdote es regalado a nuestro Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho y eso es motivo de alegría.

Al escuchar la palabra de Dios quiero referirme  a dos cuestiones fundamentales. En la primera lectura el Profeta se pregunta: ¿Quién como tú Señor? … ¿Quién eres tú Señor, que eres capaz de perdonar la culpa de tu pueblo?  Ciertamente la experiencia sacerdotal es un acto de fe en un Dios  en el cual se cree. Ciertamente todos estos años, también de estudio, ha sido un tiempo para confrontarse con ese Dios en el cual crees  y a quién le vas a entregar tu vida.

Es fundamental  que nosotros también cristianos  podamos definir cuál es el Dios en el cual creemos. Hemos tenido la dicha de haber vivido  el año pasado el año jubilar de la misericordia y ciertamente nos hemos encontrado y renovado esa imagen de Dios: El Dios Misericordioso,  el Dios Buen Pastor  y el Dios Padre. Lo hemos dicho y lo hemos vivido en la propia experiencia.

Este es el primer elemento que va a configurar tu vida. Antonio, sabiendo que vas a ser Ministro, Embajador,  casi un Canciller de ese Dios, que es misericordioso, que es padre de todos y es un Dios en el cual todos somos hermanos. Tu predicación y tu anuncio será precisamente eso, creer en un Dios bueno, en un Dios liberador, en un Dios misericordioso, lento a la ira y rico en piedad.

Nuestra gente tiene que descubrir ese rostro de misericordia y de bondad, así como la gente lo pudo contemplar en la vida de Jesús. Que la gente de los caseríos, que la gente que el Señor va poniendo bajo tu cuidado pueda descubrir a ese Dios rico en misericordia, lento en la cólera, rico en bondad y que puedan conseguir a un Dios que está en la vida de ellos. No es un Dios que se desentiende, sino todo lo contrario un Dios que está implicado en la vida de cada día del pueblo.

En segundo lugar has escogido esta lectura de un momento crucial en la vida de Jesús, el momento de la Oración del Getsemaní para asumir esas palabras que serán tu lema: “Que no se haga Mi voluntad, sino la Tuya”
La experiencia sacerdotal de quienes tenemos  unos cuántos años de camino, nos habla de sacrificios y  de pruebas, ya lo dice el Libro de los Proverbios, si te decides servir al Señor prepárate, usará la rueda y el señor se los dice a los discípulos: Vengan a anunciar la buena noticia, les acompañarán signos diversos, tendrán momentos grandes, pero también tendrán decepciones.

El momento que vivimos en el mundo y en nuestro país, también nos habla de esa necesidad de prepararnos para el testimonio con nuestra palabra y gestos. El testimonio de la bondad y la misericordia, de la fraternidad y el profetismo de la caridad. Esa es nuestra defensa. Nuestra defensa no van a ser las armas, porque no creemos en un Dios violento, en un Dios de guerra, sino que nuestro testimonio será vivido en la caridad y la fraternidad.

Debes prepararte para la prueba, como sacerdote tendrás momentos de contrariedades, habrá  momentos de soledad, de persecución disimulada,  y por eso la experiencia en ese Dios Misericordioso, Buen Pastor y Padre  es lo que te va a confortar en esos momentos cruciales. Allí tiene fuerza el lema: “Señor no se haga  mi voluntad, sino la Tuya”. Por cierto, esa expresión en ese momento crucial en la vida de Jesús puede hacer referencia al primer momento de la Encarnación. María también  en un momento determinado frente a la propuesta que le hizo el Señor dijo: “Aquí estoy Señor, hágase en mi según tu palabra”

Qué bueno que asumas tu sacerdocio con esa disposición de cumplir la voluntad de Dios y eso necesita muchísimo discernimiento. Tu vida sacerdotal y de entrega va a suponer muchísimo ejercicio de discernimiento y por eso la gracia de espíritu que hoy vas a recibir. Una gracia que se va actualizando día tras día, para hacerla realidad en este discernimiento que te permite entonces descubrir la voluntad de Dios y hacerla, vivirla  y multiplicarla en esa entrega generosa a los demás.

Damos gracias a Dios por este día. Damos gracias a Dios por la vida de Antonio María. Ahora continuando nuestra celebración, en esta puesta del Espíritu en el cual vamos a consagrar a Antonio María, que todos nosotros también podamos renovar nuestra gracia bautismal  y nosotros sacerdotes, nuestra gracia sacerdotal. . Que María Santísima la Madre del Buen Pastor  acompañe a Antonio María y nos acompañe a todos para que seamos discípulos misioneros del Señor. QUE ASÍ SEA.

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