lunes, 15 de febrero de 2016

EL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE ECATEPEC


“CUARESMA, TIEMPO PARA AJUSTAR LOS SENTIDOS FRENTE A TANTAS INJUSTICIAS QUE ATENTAN DIRECTAMENTE CONTRA EL SUEÑO Y EL PROYECTO DE DIOS”


Juan Noguera
CNP. 22732



ECATEPEC, municipio del Estado de México que se encuentra a 26 kilómetros de la Ciudad de México, es considerado como el Municipio 033 de ese Estado. En el aspecto político- geográfico como realidad es integrante del Estado de México y a la vez formar parte de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.
Su nombre viene de una palabra indígena náhuatl compuesta por dos expresiones ehéca= viento y tepec = cerro. Su significado es lugar del cerro del viento. Está a 2.250 metros de altitud y con un millón seiscientos mil (1.600.000) habitantes. Es una ciudad con dos problemas fundamentales: la violencia y la pobreza. Para tener una idea, es una ciudad integrada por 389.229 viviendas de los cuales solo un 5, 47 % de los hogares tienen una computadora.Por estas características el Papa Francisco programó su visita a México considerando los grandes problemas que tiene esta nación.
A las 10 y 45 de la mañana llegó en helicóptero a Venta de Carpio en un lugar llamado Ballisco y de allí hizo un recorrido de 8,8 kilómetros a través del cual puso observar el trabajo artístico de pintura en las paredes de la zona por donde pasó el Papa Francisco.
Al descender del helicóptero el Papa fue recibido por el gobernador del estado de México, Eruviel Ávila Villegas, el alcalde de Ecatepec, Indalecio Ríos Velázquez y el obispo de la diócesis ecatepequense, Oscar Roberto Domínguez. El gobernador mexiquense le ofreció un pergamino en el que lo declaró visitante distinguido, mientras que el presidente municipal le entregó las Llaves de la Ciudad de Ecatepec hechas de bronce.
A las 10 y 52 (hora de México) (9 y 02 minutos hora de Venezuela) subió al papa móvil y a lo largo del recorrido miles de persona los saludaron con mucha emoción lanzando globos y flores. Se notó una alegría inmensa en los pobladores de Ecatepec, pero también hubo lágrimas producto de la emoción sentida al ver de cerca a este líder del mundo que trabaja en la construcción de una renovación de la Iglesia Católica y de una nueva humanidad.
Así discurrió su paso hacia la zona llamada El Caracol en el área del Centro de Estudios Superiores de Ecatepec, donde se había congregado una multitud de feligreses y pobladores en general para participar en la Eucaristía.
Para llegar a conocer con mayor precisión los objetivos del Papa Francisco y su afán de hacer comprender que la Iglesia Católica quiere contribuir con el mundo en la búsqueda de nuevos caminos para nuestros pueblos superando la pobreza y la violencia, ambas asociadas en la realidad presente y que constituyen un obstáculo para llegar a la justicia, pero que es una lucha en el cual se debe contar con el acompañamiento y la Palabra de Dios.
En búsqueda de comprender el Magisterio de Francisco a continuación vamos a transcribir la homilía completa de la Misa en ECATEPC, este domingo 14 de febrero (2016).
TEXTO DE LA HOMILIA DEL PAPA
El miércoles pasado hemos comenzado el tiempo litúrgico de la cuaresma, en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para celebrar la gran fiesta de la Pascua. Tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios. La Iglesia nos invita a reavivar el don que se nos ha obsequiado para no dejarlo dormido como algo del pasado o en un «cajón de los recuerdos» este regalo. Este tiempo de cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de LA TERNURA Y DEL AMOR.
Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único pero no sabe generar y criar «hijos únicos» entre nosotros. Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. ES EL DIOS DEL PADRE NUESTRO NO DEL «PADRE MÍO «padrastro vuestro».
En cada uno de nosotros anida, vive ese sueño de Dios que en cada Pascua, en cada eucaristía lo volvemos a celebrar, somos hijos de Dios. Sueño con el que han vivido tantos hermanos nuestros a lo largo y ancho de la historia. Sueño testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy.
Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira- escuchamos en el Evangelio lo que hacía con Jesús- por aquel que busca separarnos, generando una familia dividida y enfrentada. Una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces —y con dolor lo digo— somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.
CUARESMA, TIEMPO PARA AJUSTAR LOS SENTIDOS, ABRIR LOS OJOS FRENTE A TANTAS INJUSTICIAS QUE ATENTAN DIRECTAMENTE CONTRA EL SUEÑO Y EL PROYECTO DE DIOS. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar
Las tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados.
Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.
Primera, LA RIQUEZA, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o «para los míos». Es tener el «pan» a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos
.
Segunda tentación, LA VANIDAD, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que «no son como uno». La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, «haciendo leña del árbol caído», va dejando paso a la tercera tentación, la peor, LA DEL ORGULLO, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la «común vida de los mortales», y que reza todos los días: «Gracias te doy Señor porque no me has hecho como ellos».
Tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente.
Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio. Que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.
Vale la pena que nos preguntemos:
¿HASTA DÓNDE SOMOS CONSCIENTES DE ESTAS TENTACIONES EN NUESTRA PERSONA, EN NOSOTROS MISMOS?
¿HASTA DÓNDE NOS HEMOS HABITUADO A UN ESTILO DE VIDA QUE PIENSA QUE EN LA RIQUEZA, EN LA VANIDAD Y EN EL ORGULLO ESTÁ LA FUENTE Y LA FUERZA DE LA VIDA?
¿HASTA DÓNDE CREEMOS QUE EL CUIDADO DEL OTRO, NUESTRA PREOCUPACIÓN Y OCUPACIÓN POR EL PAN, EL NOMBRE Y LA DIGNIDAD DE LOS DEMÁS SON FUENTES DE ALEGRÍA Y ESPERANZA?
Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Si nos acordamos lo que escuchamos en el Evangelio, Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia sino que le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura porque, hermanas y hermanos, metámoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar porque nos va a ganar siempre. SOLAMENTE LA FUERZA DE LA PALABRA DE DIOS LO PUEDE DERROTAR. HEMOS OPTADO POR JESÚS y no por el demonio queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que degrada, degradándose o degradando a otros. Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: «TÚ ERES MI DIOS Y EN TI CONFÍO». Se animan a repetirlo juntos tres veces: «Tú eres mi Dios y en ti confío». «Tú eres mi Dios y en ti confío». «Tú eres mi Dios y en ti confío».
Que en esta eucaristía el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, y nos haga experimentar cada día que «EL EVANGELIO LLENA EL CORAZÓN Y LA VIDA DE LOS QUE SE ENCUENTRAN CON JESÚS... sabiendo que con Él y en Él siempre renace la alegría» (Evangelii gaudium,

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