jueves, 26 de agosto de 2010

OPINIÓN: BALANCE DE UN RALLY EN EL ORINOCO


*Juan Noguera


En la tarde de este lunes 23 de Agosto llegó a Puerto Ayacucho el Rally Motonáutico “Nuestros Ríos Navegables” en su edición Nº 37. Según despachos de prensa habían partido a las 9 de la mañana desde la Piedra de Parguaza en su tercera etapa. En Puerto Ayacucho ocurrió lo que ya se ha venido convirtiendo en una tradición para esta época: concentración de público para darles la bienvenida, agotamiento de cupos en los hoteles y en los vuelos comerciales  y un ambiente de feria en las calles. Es lo mismo que ha venido ocurriendo en estos 37 años Este evento ha sido testigo del tránsito  de ser  territorio federal  a un estado de la república.
Notiguanipa, un periódico electrónico elaborado a través de un blog bajo la dirección de Alexis Caroles  hace un perfil sobre  la intencionalidad del evento deportivo: “un rally que mezcla lo deportivo, con lo turístico como lo es no solo la gran Piedra Parguaza en el estado Bolívar, que se lleva su nombre en honor a un indio, la Piedra San José, las toninas que sorprendieron a muchos al dar unos saltos inesperados por unos segundos de la navegación” (sic). Nadie niega la importancia del evento y el espíritu de los rallystas de buscar demostrar al país la importancia de los ríos venezolanos. No obstante, es determinante hacer un balance para clarificar cual ha sido el aporte de este evento al Estado Amazonas.
Es necesario hacer un poco de historia. Venezuela en la primera del siglo XX y en los siglos anteriores  fue una nación que vivió consustanciada con los ríos. Estos fueron utilizados  como un verdadero vehiculo para  enlazar pueblos y voluntades alrededor de una visión de país. Por el Orinoco navegaban vapores que enlazaban  a Ciudad Bolívar con San Fernando de Apure y Puerto Ayacucho y sitios intermedios como Moitaco, Caicara del Orinoco, Cabruta, La Urbana y Puerto Páez. Legendarios son los vapores llamados “Apure” y “Orinoco”, los cuales  con sus sirenas avisaban a los pobladores su llegada. Hoy día solo quedó en el recuerdo  y tal vez en alguna página escrita por algún historiador regional. Venezuela poco a poco le fue dando la espalda a sus ríos. En estos tiempos nuestro país en un cien por ciento,  vive de espalda a sus ríos, con un Orinoco, Apure, Meta y otros  subutilizados o simplemente para servir de trafico de canoas de uno más que otro pescador. Todo esto a pesar de que muchos sueñan que el Orinoco sea una especie de Danubio o Amazonas, ejemplos de caminos fluviales acompañados de un dinamismo espacial de consideración regional y hasta planetario.
Todo lo contrario Venezuela más bien es un país de automotores y de carreteras, así nos lo inculcaron los estrategas del capitalismo en su fase imperial. Preferimos ir por carreteras marcadas por huecos, dando saltos de izquierda a derecha y viceversa. Tan así que parecemos un trozo de lechosa o mango en una licuadora cuando viajamos por esos caminos entre Caicara y Puerto Ayacucho o entre San Fernando de Apure y Puerto Ayacucho. Pero felices, porque vamos por la carretera que nos han venido construyendo los sucesivos gobiernos.
Ante una situación  como la que vive el sur de Venezuela me permito la audacia de plantear la necesidad de hacer un balance a partir de esta edición Nº 37 del Rally “Nuestros Ríos Navegables”. Debemos comenzar con lo ecológico, debido al delicado estado de salud de la Madre Tierra. Me pregunto ¿Cuál es el impacto ecológico que produce la presencia de esas potentes máquinas por algunas horas en nuestros ríos del sur de Venezuela?  ¿Quién se encargaría  de hacer un estudio de este tipo? ¿Qué impacto político tiene el rally “Nuestros ríos navegables? De verdad su realización tendrá incidencia en que el venezolano común y las distintas instancias de gobierno tomen conciencia de que hay que volver a los ríos para dinamizar la economía y la gestión de nuestro espacio geográfico.
Como ya ha sido  señalado preferimos viajar en buses destartalados como los que vienen a Puerto Ayacucho, que ya nos tienen acostumbrados a ir dejando los tornillos en el camino y atravesar miles de huecos, bajo la mirada indolente de quienes tienen que tomar decisiones de construir buenos caminos para los ciudadanos excluidos de la marcha de la Venezuela del siglo XXI.  O simplemente hacer coro a las nefastas políticas que organismos del estado aplican sobre todo en el estado Amazonas.  Por ejemplo  los indígenas para poder conseguir un poco de gasolina para viajar por los ríos deben pasar por un motón de alcabalas para la permisología.  Hace dos meses tras una denuncia de organizaciones indígenas se realizó una reunión en la Defensoría del Pueblo donde distintos organismos del Estado   se comprometieron a montar una taquilla única para los trámites del permiso del combustible. La Capitanía de Puerto Ayacucho ofreció el espacio. Han pasado dos meses sin que se concretice la medida que beneficiaría a las comunidades indígenas. Esto demuestra que utilizar el río se ha convertido en una odisea, mientras que existen todas las facilidades para la utilización de los automotores, tal como lo estipulan los estrategas del capitalismo. Pero lo más grave es que la Revolución Bolivariana luce sin estrategia y sin plan, lo cual es preocupante  para quienes nos identificamos con este proyecto político.
Es la hora del balance de las acciones del estado y de los sectores particulares  con respecto al uso de los ríos. O seguimos de espalda a nuestros ríos o nos integramos a la carga de posibilidades que tienen y recuperamos la plenitud de su utilización. Esperamos que el Estado venezolano recupere la conciencia sobre la importancia de  su utilización, tal  como ocurrió en la primera mitad del siglo XX y los siglos anteriores.  Amanecerá y veremos.



*Licenciado en Periodismo y Profesor Universitario.
juannoguera@yahoo.com

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